jueves, 24 de marzo de 2011

Una flor, una mujer…


Una flor puede provocar distintas experiencias que pueden ser: visuales, olfativas y que podemos sentir por el tacto.
Las flores nos pueden traer recuerdos y emociones, a través de muy variadas situaciones; como son los encuentros, los momentos especiales, las despedidas y separaciones.
Existen muchos tipos de flores y crecen en lugares distintos, tan accesibles como difíciles de alcanzar; algunos lugares permiten su desarrollo y otros lo dificultan.
La mujer vive mil experiencias y forma parte de nuestras experiencias en cada etapa de nuestras vidas.
Las vivencias diarias en las que compartimos con una madre, una hermana, una amiga, una compañera, una maestra, una novia, una pareja, etc., siempre le dan un sentido especial y diferente a nuestra realidad y la enriquecen.
Cada mujer es un mundo y hay infinidad de ellas, cada momento que volvemos a tratar a una, encontramos algo de nosotros oculto, que sólo ellas saben hacer visible.
Como una flor puede crecer libre y maravillarnos, una mujer puede sorprendernos y sin necesitarlo apoyarse en los demás.
Una flor arrancada y deshecha por placer o ira, no puede defenderse; así como unas lágrimas contenidas no pueden aliviar una pena.
El respeto que le damos a una flor o a una mujer, es el respeto que nos damos a nosotros mismos.
Ni una flor más, debe marchitarse sin ser valorada.
Ni una mujer más, debe vivir sin el respeto y amor que merece.

Por: Arturo Emmanuel Rodríguez Rodríguez

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